ARTE

KITAZU&GOMEZ EN LA CASA DEL PINTOR

Kitazu&Gomez abre su estudio, Villa Aran, o la casa del pintor, un caserón neomudéjar de 1912 en el barrio de Tetuán, que fue la vivienda-taller del pintor Marceliano Santa María.

Una placa de mármol blanco fechada en 1966 evoca la memoria del que fue Presidente Honorario del Círculo de Bellas Artes, el pintor Marceliano Santa María, que vivió y murió en esta casa en 1952. Como todos los vecinos de Bellas Vistas, en el distrito madrileño de Tetuán, había oído hablar de la historia de aquel pintor que venía a veranear al barrio en coche de caballos y sentía la fascinación y el halo de misterio que envolvía el viejo caserón neomudéjar de ladrillo, donde solo habitaba una colonia de gatos, mucho antes de conocer sus actuales habitantes, la pareja de artistas Kitazu&Gómez.
Megumi Kitazu nació en Ebisu, un pequeño pueblo de pescadores en la isla japonesa de Shikoku. Jesús Gómez lo hizo en una de las ciudades más frías de España, Burgos. Sus caminos se cruzaron en Berlín, hace 20 años, cuando ambos estudiaban alemán mientras realizaban prácticas artísticas. Él investigaba sobre la arquitectura; ella experimentaba con instalaciones de muebles de madera. A partir de entonces decidieron unir sensibilidades y talento artístico. Juntos, fusionando amor y arte, han recorrido medio mundo, hasta llegar a este rincón de Madrid, donde sus vidas se entrelazan con la historia de un pintor de cámara del rey Alfonso XIII, también nacido en Burgos.
Y no es por casualidad. En el año 2006, tras vivir en Berlín, Burgos, una granja en Arette (Pirineo francés) y dos años en Ebisu donde, a pesar de marearse en el barco, Jesús ayudaba a la familia de Megumi con el cultivo de algas wakame, el artista decidió regresar a Europa. Y recordó aquella casa de un pintor que conoció de niño en Madrid. Villa Arán para entonces estaba deshabitada. La suerte le llegó a través del deseo de los herederos del artista de mantener su casa y su memoria. Y tras reunirse, a petición de Jesús, y en un ejercicio de mecenazgo, la familia decidió poner la casa en manos de la pareja. Solo un requisito: mantenerla fiel a su espíritu y esencia, y a la memoria de Marceliano Santa María.

Texto: Teresa Herrero

REPORTAJE COMPLETO EN DISEÑO INTERIOR 371