ARQUITECTURA

ENTREVISTA A ENRIQUE KRAHE

A Enrique Krahe, autor del Teatro de Zafra, le interesa lo cotidiano, la investigación en vivienda individual y colectiva, y el diseño contemporáneo, que aplica a la arquitectura vernácula con certera intensidad.

El sueño de habitar una vivienda perfecta construida a medida sin atender a planos ni visitas a obra parece alcanzable si el arquitecto madrileño Enrique Krahe dirige el proceso para lograrla. Dos restauraciones suyas, Casa Sinagoga (2015-17) y Chimenea con casa (2011), inspiran esa confianza al certificar ambas el alto grado de acierto en el diagnóstico arquitectónico y la sobria delicadeza que impone al tratamiento de la materia y los detalles formales. Las dos casas, en Alburquerque, Extremadura, son ejemplo del retorno en los últimos años a aquel tipo de arquitectura cabal, matérica y ligada al entorno y la tradición local, que fue relegada en la década de los 80 del siglo XX en favor del estilo posmoderno y las autorías estrella.
Al intervenir en obra vernácula, Krahe ofrece el mismo tipo de esmero que Souto de Moura en Portugal, la pareja Shu y Wenyu en China, o Kéré en Burkina Faso, a escalas diversas. “Me gustaría hacer ¡agropop! en arquitectura”, improvisa al final de nuestra charla, riendo sorprendido de la agudeza de su repentina frase, que acaba de tomar prestada a los cantantes No me pises que llevo chanclas. “Me gusta lo agrario, creo que se puede convertir en algo contemporáneo”, explica en serio. “Tengo confianza en los pueblos”, que conoce bien desde que construye en Extremadura. “He vivido en Badajoz, y me encanta la dehesa”, indica. “Hay árboles que parecen casas”, comento. “Lo apunto”, me dice con la franqueza que no ha perdido, y lo hace.

Texto: Mercedes Peláez López
Fotografías: Miguel de Guzmán